CAPITULO Nº 1 - PRIMERA TEMPORADA

Personajes

DEVO – un joven argentino que viene a vivir a la capital española. Su familia ya reside allí des de hace unos días.

MANOLO – El dueño del Bar que lleva su nombre.

AGUSTÍN – uno de los habituales clientes del bar.

ALFREDA – mujer de edad avanzada, muy cotilla, siempre junto a Rigoberta.

RIGOBERTA – más cotilla incluso que su amiga.

SERGIO – Joven hermano de Marta. Vive en el mismo edificio que Devo.

MARTA – Hermana de Sergio. Muy coqueta. Estudiosa pero nada elegante.

CÉSAR – Ha vivido siempre en Madrid. Amigo de Marta.

RUBÉN – Hermano pequeño de Sergio

MODESTA – propietaria de la tienda del barrio.

Escena primera

Bar Manolo. Barrio de San Francisco, Madrid. Atardecer. Perdido. Absolutamente desorientado se encontraba nuestro amigo Devo en aquélla nueva ciudad. Había seguido las indicaciones del mapa al pie de la letra, pero no conseguía distinguir la última vuelta de tuerca.

DEVO: (entrando en el bar) Hola. Buenas tardes.

MANOLO: (sacando la cabeza por encima de la barra) Hola jovencito. ¿Qué vas a tomar?

DEVO: (entre dientes): No, en realidad venía porque…

MANOLO: (cortándole): ¿Un bocadillo quizás?

DEVO: No sólo quería preguntar dónde…

MANOLO: ¿De queso?

DEVO: Vale. (Confiando con que se callara y poder preguntar)

MANOLO: Pues tenemos muchos tipos de queso en este nuestro bar. Gouda, manchego, parmesano…

DEVO: Me da igual. Cualquiera.

MANOLO: Bueno usted sabrá, pero como dijo una vez un amigo mío, el queso es el queso. Queso nace y queso se hace, así que atento y queso te sirva de experiencia. (Riéndose de su propia gracia) – Por cierto, ¿algo para beber?

DEVO: No…

MANOLO: ¿Una cola quizás eh?

DEVO: Es que no tenga sed.

MANOLO: Ay… chaval que no te enteras. El ser humano debe beber constantemente, tenga sed o no. ¿Te la pongo eh?

AGUSTÍN: (alzando la cabeza por primera vez) - ¡Tonterías!

DEVO: (resignado) Creo que no tengo opción.

Habiendo comido, Devo por fin se ve con la oportunidad de preguntar.

DEVO: Yo sólo había entrado para preguntar por el Barrio de San Francisco. ¿Está cerca?

AGUSTÍN: .. ¡Tonterías!

MANOLO: Estás en él.

DEVO: (asombrado) Este, yo pensé aún no había llegado…

MANOLO: Saliendo de aquí giras la segunda a la derecha y luego la primera a la izquierda.

DEVO: Es que voy a vivir allí. Mi familia ya está instalada pero no teníamos suficiente dinero para viajar todos juntos, así que yo tuve que esperarme unos días más en Buenos Aires.

AGUSTÍN: .. ¡Tonterías!

Escena segunda

Devo salió del bar y se dispuso a encontrar por fin su casa. Por el camino se encontró con dos extrañas mujeres.

RIGOBERTA: (gritando) ¡Niño! ¡Niño!

DEVO: (girándose hacia los chillidos) ¿Sí?

RIGOBERTA: ¡Ay pero qué chico tan moooono! Dime, ¿de dónde eres? No te habíamos visto nunca por aquí.

DEVO: Me llamo Devo, recién he llegado de Argentina.

ALFREDA: La verdad es que es un poquito raro Rigoberta.

RIGOBERTA: Alfreda mujer no le digas eso al niño, ¡con lo guapo que es! Dime, ¿qué hacías caminando sólo por la calle?

DEVO: Buscando mi casa. Mi familia llegó hace unos días pero no teníamos suficiente dinero para viajar todos, así que me quedé unos días allí y ahora ya estoy aquí.

ALFREDA: ¿Podrías repetirlo?

DEVO: Esto… decía que mi familia ya está aquí hace unos días y yo he llegado ahora.

ALFREDA: (otra vez ausente) ¿Cómo? Estaba mirando a Agustín, ¿lo ves? El borracho que sale del Bar de Manolo. Ay, si no hubiera perdido todo ese dinero no estaría así. ¿Es mi hijo sabes? Eso le pasa por confiar en quién no debe. Ya lo decía verdad Rigoberta, yo se lo recordaba… “Agustín, vigila con quién andas, Agustín no le des todo tu dinero al desconocido, Agustín no entres en el bar de Manolo, ¡Agustín! ¿Otra vez has cambiado tus ahorros por un canario? Pero él a su bola, luego míralo, pobrecito… La verdad es que…

Devo había conseguido huir en medio del largo discurso de Alfreda. No fue quizás la mejor decisión, esto haría ir “in crescendo” en el afán cotilla de Alfreda y Rigoberta. Lo que en el vecindario se conocía como el PAR DISPAR. Si te paraban, empezaban los disparos en forma de pregunta.

Escena tercera

Por fin en la calle y número adecuada, Devo se dispone a entrar en su nuevo hogar.

SERGIO: ¿Sabes como se llama madera en suajili?

DEVO: (dándose la vuelta) … (pensamiento – ¿y éste?)

SERGIO: Bambú jaja. ¿Y tambor? ¡Bombo! ¿Y zapatillas? ¡Bamba!

DEVO: Esto… hola…

SERGIO: Oh vamos, no me digas que no te gustan mis chistes. ¿Como te llamas?

DEVO: Devo.

SERGIO: ¿Vives aquí?

DEVO: Eso creo, acabo de llegar acá. Mi familia debe estar instalada en alguno de estos pisos. No sé en cual, al menos no figuran en ninguna pegatina de los timbres.

SERGIO: Hombre, es normal si acaban de llegar. Yo me llamo Sergio, vivo en el 4º2ª.

(Explosión en la calle)

DEVO: ¿Qué ha sido eso?

MARTA: Oh no, otra vez.

DEVO Y SERGIO: ¿Qué has hecho?

MARTA: Al parecer mi nuevo invento no acaba de funcionar. Se trata de un captador de hombres que mediante unas ondas electroquímicas que diluye a partir de una solución de ácido sulfúrico y mantequilla desechable que funciona mediante un hidrocarburo magnético tiende a magnificar mis oportunidades de hacer llamar la atención del género masculino.

DEVO Y SERGIO: (boquiabiertos) Ah.

SERGIO: Hombre, atención vas a llamarla con tanta explosión.

DEVO: Si…

MARTA: (mirando a Devo) Oh no. Sonrisa estupefacta, mejillas coloreadas, temblor abdominal. Me he enamorado.

DEVO: ¿Qué?

MARTA: ¿Cómo te llamas?

DEVO: Devo.

SERGIO: Yo Sergio.

MARTA: (a Sergio) Vale. (a Devo) Yo me llamo Marta. Vivo aquí al lado. ¿eres nuevo aquí? ¿Dónde vas con esas maletas? ¿Te quieres casar conmigo?

DEVO: …

MARTA: Hombre, ten en cuenta que soy una chica guapa, simpática, responsable, sociable, sonriente, amiga de sus amigos, estudiosa, trabajadora, sensible, detallista, lista, hermosa, y muy muy muy simpática, responsable, sociable, lista, estudiosa…

SERGIO: ¿Y un poquito pesada quizás?

MARTA: (a Sergio) Desaparece. (A Devo) ¿Qué me dices?

DEVO: Vengo de Argentina, mi familia ya está aquí…

MARTA: Si bueno, ¿y la boda?

DEVO: ¿Qué boda?

MARTA: ¿La nuestra?

DEVO: Dios… (se hecha la mano a la cara)

MARTA: No, no sé, esto tendríamos que pensarlo. Quizás por tradición sí que es mejor casarnos por la iglesia pero no estoy yo muy convencida. Eso sí, ¿celebración por todo lo alto y con muchos invitados?

DEVO: Esto… mejor hablamos en otro momento, que me esperan en casa.

MARTA: ¿Me das tu teléfono?

DEVO: (entrando en el edificio) Si hombre, y yo me quedo sin.

SERGIO: Esto, a mí no me importaría tenerlo…

Para cuando llegaron las palabras de Sergio, Marta ya se estaba marchando en dirección a casa de César, íntimo amigo suyo que ya estaba entrenado en las técnicas y tácticas para soportar a Marta sin dejar de tenerla en cuenta.

Escena 4

César vivía a escasos cincuenta metros, en otro de los bloques de pisos que abundaban en San Francisco. Marta llamó al interfono.

MARTA: César he conocido al hombre de mi vida.

VOZ MASCULINA: ¿Otra vez? ¡César vive en el quinto imbécil!

MARTA: Ups. (vuelve a llamar) ¡Hola César!

CÉSAR: (a través del interfono) Hombre Marta, ya empezaba a preocuparme que no vinieras. Tu índice de extraños sucesos que contar raya los treinta y tres por décima de milésima de segundo.

MARTA: Ja, ja. Anda abre.

Las visitas de Marta a César eran constantes. Su amistad, pese a no soportarse a veces, era inquebrantable.

MARTA: César, creo que me he enamorado

CÉSAR: (sarcástico) Y con esta van… ¿128?

MARTA: 129. Pero este no es el caso. Es tan, tan, tan…

CÉSAR: ¿Guapo?

MARTA: ¡Tonto!

CÉSAR: ¿Él?

MARTA: ¡Tu! Oh vamos, que te piensas, ya soy mayorcita para enamorarme solamente de un físico. Esto era antes…

CÉSAR: Si claro, la semana pasada.

MARTA: Se llama Devo. Es argentino y lo he conocido esta mañana.

CÉSAR: Se llama Devo. Es argentino y no lo conoces de nada.

MARTA: Se llama Devo. Es guapísimo, inteligente, culto, sensible…

CÉSAR: (imitándola) Se llama Devo. Lo he visto cinco segundos pero es como si lo conociera de toda la vida… Ay… que enamorada que estoy…

(plaf, castaña que te crió).

CÉSAR: Oh vamos. Ya me dirás tú que tiene de diferente este tío a Tomás, Juan, Alberto… ¡Y Sí! El nombre me parece poco.

MARTA: Estoy deseando volver a verle.

CÉSAR: (hablándose a sí mismo) Sensación que quizás él no comparte

MARTA: Era tan…

CÉSAR: (a sí mismo) Y la palabra más empleada de la historia de su vida eeeeeeeees: ¡Tan! Un fuerte aplauso por favor.

(plaf, castaña que te crió)

Escena 5

La tienda de Modesta era toda una institución en el barrio de San Francisco. Quizás fuera por eso que sus clientes la tenían en tan buena consideración y acudían en masa día tras día. Ya había pasado uno des de la llegada de Devo al barrio, y Sergio y su hermano Rubén decidieron salir a tomar el aire.

RUBÉN – (dentro de la tienda de Modesta) Yo no lo entiendo. Esta mujer cada vez tiene más cosas. ¿Quién diablos le querrá comprar esta guía del ave risueño islandés?

SEÑOR 1 – (entrando y dirigiéndose a Modesta) Perdone, ¿Tienen guías del ave risueño islandés?

MODESTA – Pues claaaaro. Ahí la tienen. (A Rubén): Muchacho déjale la revista a este señor.

RUBÉN: Increíble…

SEÑOR 2 – (entrando en la tienda y dirigiéndose a Modesta) Buenos días Modesta. ¿No tendrás ningún libro sobre aves islandesas? Es que me voy de vacaciones allí y la flora y fauna de mis destinos es siempre algo que me fascina.

SERGIO: Bien Rubén, bien. Eres un monstruo en observaciones comerciales.

RUBÉN: Si… Si…

Una vez abandonada la tienda de Modesta, sin comprar nada por cierto, Rubén y Sergio se encaminaron al Bar de Manolo. Ellos hacía un mes que vivían aquí, y ya lo tenían como un punto estratégico de desconexión.

SERGIO: (entrando y mirando la una de las mesas): Oh no, la loca

RUBÉN: ¿Quién?

SERGIO: Marta

RUBÉN: ¿Quién es Marta?

MARTA: (a César) Oh no, ese chico otra vez…

CÉSAR: ¿Quién?

AGUSTÍN: ¡Tonterías!

MARTA: (a Sergio) Hola… esto… ¿era Carlos?

SERGIO: (con cara de pocos amigos) Sergio, me llamo Sergio

MARTA: Bueno, tampoco te enfades Carlos, no tengo muy buena memoria. ¿Dónde está tu amigo?

SERGIO: ¿Cuál?

MARTA: ¡Cual va a ser! ¡Devo!

RUBÉN: ¿Quién es Devo?

CÉSAR: Su futuro marido

(castaña de Marta para César)

SERGIO: En realidad nos encontraste juntos pero era la primera vez que lo veía. Se acaba de mudar.

MARTA: Entiendo… ya me extrañó que un chico tan guapo como él fuera contigo…

SERGIO: Oh sí, claro… claro…

CÉSAR Y RUBÉN: (risa al mismo tiempo)

MARTA: Pues si es nuevo… podríamos… ir a buscarlo.

RUBÉN y SERGIO: ¿Todos?

MARTA: Nosotros

RUBÉN: ¿Nosotros quién?

MARTA: Nosotros y no vosotros.

SERGIO: Ni hablar. Venimos.

CÉSAR: Anda Marta, no seas así, vayamos todos.

Escena 6

Unos simples cincuenta metros para que se encontraran con el portal del joven argentino. Por el camino, quedaron levemente apaciguadas las diferencias entre Marta y Sergio, además de explicarles que Rubén y él eran hermanos. Ahora bien, el dilema. ¿Cuál era el interfono de Devo?

SERGIO: Ayer dijo que no tenía pegatina de sus nombres.

MARTA: Sí, pero es que hay cuatro pisos que no la tienen.

RUBÉN: Habrá que ir probando.

MARTA: (llamando al primero) Hola

VOZ MASCULINA 1: ¿Tu otra vez? ¡César no vive aquí!

MARTA: Pero si… este edificio no…

VOZ MASCULINA 1: Ay, perdón, que estoy en casa de mi madre. Igualmente, no molestes.

CÉSAR: Bueno, probemos el segundo.

MARTA: ¡Hola!

VOZ FEMENINA 1: ¿Hay nieve en Los Ángeles?

SERGIO: ¿Cómo?

VOZ FEMININA 1: ¿Chicos? ¿Quiénes sois?

CÉSAR: Vaya, parece que hemos encontrado a la espía del barrio.

VOZ FEMENINA 1: No habéis oído nada. Adiós.

RUBÉN: Venga va, este.

VOZ MASCULINA 2: ¿Sí?

MARTA: ¡Hola! ¿Vive aquí Devo?

VOZ MASCULINA 2: No, aquí vivil mi esposa Xiao, mi hijo Lee y yo.

SERGIO: Vaya, a menos que los padres de Devo sean chinos… este tampoco.

MARTA: Pues será este último. ¿Hola?

(No responde)

SERGIO: Prueba otra vez

(No responde)

SERGIO: Espera, tengo una idea. Vuelve a darle a este.

VOZ MASCULINA DOS: ¿Sí?

SERGIO: Ola, sel Ming, amigo de Lee

VOZ MASCULINA DOS: (palabras en chino y la puerta que se abrió automáticamente).

SERGIO: (a los demás) De cajón. Todos los chinos tienen un Ming en sus vidas.

Escena 7

Finalmente el grupo subió al piso indicado, con la sorpresa de que la puerta de éste, estaba abierta.

SERGIO: ¿Entramos?

RUBÉN: ¿Dónde?

SERGIO: En la sacristía… ¿Dónde crees?

CÉSAR: Será mejor que llamemos des de aquí.

MARTA: ¡Devoooo! ¡Devoooo!

CÉSAR: Nada, el eco.

MARTA: ¡Devooo!

SERGIO: Como puede ser que no haya nadie y esté esto abierto.

RUBÉN: Pues por qué se lo han dejado así.

SERGIO: Gran observación hermanito, gran observación. Marta, Marta, ¿Qué haces? ¡No entres!

Para aquél entonces Marta ya había inspeccionado cada uno de los recodos de la casa. Sólo quedaba la cocina. A su puerta, un baño de sangre rociaba los marcos. No quiso entrar, volvió sobre si y echó a córrer.